Rogándole al destino
el dulce beso del olvido.
Luchando contra marea
tropecé con un delirio,
con despedidas, con encuentros,
con lo que nunca fue vivido.
Intenté enterrarlo, destruirlo
echando lodo, fangos,
y llanto reprimido.
Sin fuerzas, rendida,
me descubrí desterrada,
exiliada de mi propia vida.
Luchando por revivir
sólo encontré oscuridad.
Desamparada, sin compañía
me refugié en la soledad,
en la amarga agonía de la eternidad.
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