miércoles, 28 de octubre de 2009

Va de... bodas


Es la primera a la que me he dejado invitar. Con una mezcla de miedo y de ilusión me dejé convencer, y llegó el gran día. Se casa un cmpañero de laboratorio.
Para empezar me quejaré de lo típico. Hacía frío esa noche (y no lo digo sólo yo), y todas las señoritas presentes íbamos tocando con la nariz en el suelo para evitar que el aire nos matase. Una semana resfriada. Fue una boda civil; ellos sí saben. Como no, me la perdí enterita, porque un inoportuno ataque de tos me obligó a salir y a olvidarme de la ceremonia. Con la tos empezaron a caer lagrimones por mis mejillas; la gente pensaba que era de emoción, y yo sólo intentaba no morir ahogada.
Después la cena; me encanta comer, con lo cual disfruté de esta parte hasta que los camareros, rápidos como pocos, me quitaban el plato de delante sin haber terminado con él (me pasa por lenta).
Cuando terminamos pasaron a inaugurar el baile, y entonces me puse a llorar como una descosía. Era bonito, y aún asi mis hormonas alteradas lloraban por el recuerdo de una boda a la que ni siquiera asistí. Ahora estoy aún más segura de que no lo hubiese soportado. Me entra la vena asesina sólo con pensarlo...
Pero nada, una cosa más, o una cosa menos. Le faltó algo a la noche, pero es que hay cosas que aún no he aprendido a pedir.

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